Diálogos con la Naturaleza

Manuel Castaño: Diálogos con la Naturaleza

Manuel Castaño es un artista versátil que a lo largo de su trayectoria –iniciada en los años setenta- ha demostrado en todo momento su inquietud por la indagación, tanto en la búsqueda de nuevos puntos de vista argumentales, como en el uso de materiales, una experiencia íntima cuyos notables resultados se muestran ahora con un criterio antológico. Pintura, grabado y escultura se dan cita como fruto de una labor constante en su propósito de encontrar nuevos medios de expresión para crear relatos cuyas referencias mas o menos figurativas obtengan un valor plástico que refleje ese espíritu de búsqueda que preside su buen quehacer. Si, “buen quehacer”, ya que Castaño se ha distinguido siempre por su sabiduría en la manipulación formal de elementos puestos al servicio de unos temas que tienen como objetivo primordial interpretar la realidad, una realidad bien como la percibimos, bien como la recordamos capaz de descubrirnos nuevas posibilidades de visión.

Este proceso intelectual posee como instrumentos, el conocimiento del legado de la modernidad, es decir del lenguaje de las vanguardias históricas que se ofrecen como medios eficaces para constituirse en impulso de un estilo personal.

Manuel Castaño desde sus comienzos tiene en la naturaleza una de sus señas de identidad más significativas, una naturaleza que como su admirado Cézanne es objeto de estudio atento que impele a transformaciones secuenciales partiendo de variables compositivas, que van de la estructura geométrica racional a la desestructuración. Esta última característica deriva frecuentemente en el gusto por lo fragmentario por la parcialidad de planos superpuestos que a semejanza de la lección cubista, otorgan una contrastada y rica visibilidad a lo representado. Collages ilusionistas, es decir pintados, o reales por el empleo de distintos materiales que solapados en la superficie del lienzo, o en la construcción escultórica -ensamblajes- poseen el grato poder de la sugerencia. Buen ejemplo de lo dicho, son los cuadros que tienen en la silueta de un rostro la figuración plural que gusta de ser acompañada de un letrismo o una numerología que perdiendo todo significado literal se convierten en plásticas grafías al modo de alegorías de conocimiento a partir del signo. La potencia cromática de estas composiciones en admirables gamas de azules, tan características de la paleta de Castaño, se ven acentuadas por partes del lienzo dejadas sin pintar, en un espacio limpio y discreto.

Registro alternativo al formato convencional y a la concepción de las obras anteriores, son los polípticos a modo de “predela” profana, en la que la abstracción opta por alejarse de la rica normativa planimétrica para convertirse en aleatoria y espontánea conjunción de formas, que crean hermosas frecuencia de color de pausado ritmo cadencial desde una restringida paleta obteniendo armoniosas elegancias.

Como hipotética consecuencia de la serie, que tiene en la naturaleza su preferente atención, representada por el emblemático árbol en su función principal, motivo este de especulación plástica, se ofrece un excelente conjunto de lienzos que supone un inequívoco paso adelante dentro de su ámbito abstracto, sin dejar por ello de remitirse indirectamente a la naturaleza desde la alusiva apariencia fragmentada de troncos. Esta nueva singladura, es una lograda propuesta distinguida por el hermoso diálogo o variables obtenidos entre la verticalidad y horizontalidad de franjas, cuyas composiciones alcanzan hermoso efectos de dinamización cromática ante la interferencia de planos. En ellos destaca la sutileza del color, consiguiendo a su vez sensitivas calidades de transparencias y veladuras, a la par que la disposición de las franjas, ayudan a crear efectos de lejanía virtual a la manera de paisajes abstractos, donde la mirada no es difícil internarse.

Acercarse a la obra de Manuel Castaño exige también referirse a su fértil y reconocida faceta como grabador, medio éste que le ha acompañado a lo largo de los años, demostrando a partir del conocimiento de las técnicas calcográficas, en especial el aguafuerte, la misma creatividad y voluntad de experimentación que le es propia. Si en un principio el paisaje era de las iconografías más comunes, demostrando siempre en ellos su dominio y calidad en su dibujo, transcurrido el tiempo, la estampa se ha convertido en un excelente soporte para al experimentación plástica, que si bien en algunos casos rememora su predilección por la naturaleza, representada metonímicamente desde la fracción o particularidad arborescente. En sus últimas obras se centra más en la recreación de formas, que sorprenden por su atractiva y rica textura acompañada de seductores contrastes y la bien cuidada distribución de negros y blancos, en una bicromía gradual cuya especial naturaleza se potencia con el formato.

Con rotunda consistencia formal a base de yuxtaposiciones de madera, la disciplina escultórica también constituye un capítulo interesante en el trabajo de Castaño, una escultura donde la fragmentación incide una vez más en composiciones que vuelven a remitirnos a la naturaleza, al árbol, en donde cada uno de sus elementos consiguen armoniosos equilibrios, siguiendo a veces un camino que recuerda a Gerardo Rueda y a su aprovechamiento de materiales encontrados y resultados de referencias constructivistas. La difícil talla directa, también ocupa un lugar en la producción de este artista ariscaleño, en estos casos, es habitualmente el mármol blanco, la piedra dura a la que extrae imágenes de singular belleza alusivas al género del bodegón, que es interpretado acorde con la estilística del autor dentro de una figuración siempre ajena a la mimesis del modelo, como acontece con la original lectura de los sobrios y poéticos bodegones de Giorgo Morandi, en este caso partiendo de los carnosos cactus, los cuales se han transformado en un globuloso juego de volúmenes de diferentes texturas y superficies, que se descubren según nos posicionemos. No menos apreciable es la bellísima composición de hojas esparcidas sobre una superficie plana horizontal al ras del suelo, configurando una suerte de tapiz vegetal cuya percepción provoca sensaciones de espontaneidad en su delicada recreación naturalista de elementos de la naturaleza interpretados con exquisita sensibilidad.

Sin dejar la pieza tridimensional, pero en formato de pequeña escala sobresalen a modo de joyas, propias del virtuoso trabajo de un orfebre, un grupo de esculturas que resumen bien su gramática aplicada a la figuración o a formas, inspiradas una vez más en la naturaleza, o a elementos constructivistas. Las primeras, como rugosas capas de corteza de un generoso árbol que nos muestra la metamorfosis de su crecimiento orgánico, mostrando su textura relivaria, las segundas como elementos reconstruidos que nos dejan ver las heterogéneas simbiosis de sus materiales, bien como fragmentos residuales de perfiles irregulares, bien como diferentes planos convergentes con vocación expresiva en el espacio. Observando detenidamente alguna de estas atractivas piezas, parecen reclamar una versión aumentada como terapia de “forestación” de un paisaje urbano, por lo común necesitado de obras portadoras de auténtica relevancia y en sintonía con la actualidad.

Fernando Martín Martín

Manolo Castaño

Escritos

Diálogos con la Naturaleza

por Fernando Martín