Épica del laberinto

Épica del laberinto

Quizá sin saberlo, Manolo Castaño ha dibujado un manual de instrucciones para atravesar el quebrado itinerario de la vida: una búsqueda en doce momentos hacia la improbable libertad.

En el mismo límite de la ventana, empieza el viaje. A este lado, reina la seguridad y el aire quieto de la habitación; más allá de esa frontera de vidrio, se abre el desconcierto de lo nuevo y empezará la soledad del caminante que se dispone a dejar la casa para atravesar el laberinto. Abandonará el viajero su estancamiento para encontrar lo que desconoce; vivirá con los sentidos abiertos a la intemperie y a la posible plenitud de lo inesperado. En el camino escribirá la épica menor de los que buscan, sin jamás olvidar que, mientras deje sus huellas en la oscuridad del bosque y su cuerpo roce la materia viva de las ramas, tiene la posibilidad de que la noche del laberinto desemboque en el gozoso hallazgo de la luz.

La única geometría del bosque

es la memoria del caminante.

La esperanza de la luz,

como un viento transparente,

deshace la turbidez del laberinto.

Todos los senderos

renacen en el deseo

y toman la laboriosa forma

de los capilares.

Cada rama, cada hoja del laberinto,

es uno de los nombres de la libertad.

Vivir es dudar

hacer y deshacer el viaje

en el telar de las disyuntivas.

Ojos de la noche,

mirada insomne del Minotauro,

pasos inquietos del viajero.

Túneles del bosque,

grutas de soledad,

provisional destino del caminante.

Atrás, casi olvidada,

queda una geometría de sosiego:

la ventana quieta del pasado.

El laberinto quiebra los senderos,

borra el mapa del presente.

Llena de olvido al mundo.

Tiempo del viajero:

círculos del bosque

bajo el girar de las estaciones.

Periódicas repeticiones.

Pulpa viva del árbol,

materia móvil que pone su temblor

en los ojos estremecidos del viajero.

El deseo de la luz,

como el destello de un río,

como una obsesión,

penetra en el laberinto.

Salvador Compán

www.salvadorcompan.com

Manolo Castaño

Escritos

Épica del laberinto

por Salvador Compán